Aire fresco para el diseño latinoamericano: El regreso del Abierto de Diseño de México 2025
El Abierto de Diseño de México, es un evento que reúne a creadores, investigadores y nuevas propuestas del diseño mexicano e internacional. Este año volvió -luego de 4 años- con una propuesta renovada, que buscó reflejar la complejidad y la diversidad del mundo de hoy. El equipo curatorial de su muestra principal “Maleza: Diseño en Resistencia”, confirmado por los dúos Diseña Colectiva y Las Flaminguettes, nos cuenta en esta entrevista cómo llevaron a cabo su intención de mostrar una multiplicidad de prácticas, formas de representación y visiones desde el diseño, donde lo periférico, las disidencias, niñeces, maternidades, migraciones y otras prácticas que subyacen en el cotidiano, fueron protagonistas. Una experiencia que reunió a más de 100 expositores y dejó en claro cómo el diseño contribuye a repensar nuevas formas de vivir, relacionarse, relevar realidades y grupos invisibilizados e imaginar futuros posibles basados en el cuidado y la colaboración colectiva.
Este ejercicio de curaduría conjunta -que comenzó en 2021- mezcló la esencia crítica de Diseña Colectiva, plataforma formada por Andrea Soler y Taina Campos que trabaja el diseño como herramienta de reparación ecológica, afectiva y política, con la práctica lúdica y la creatividad artística de Flaminguettes, dupla creativa formada por Mara Soler y Daniela Villanueva, y su exploración de nuevas narrativas visuales a través de la animación, el video, la instalación y la performance. Trabajar en conjunto la curatoría de la exhibición principal del Abierto fue algo que surgió naturalmente, ya tenían afinidad de colaboraciones anteriores y tanto Andrea y Taina estaban al inicio de sus procesos de maternidad, por lo que hacer equipo fue un paso natural y terminó siendo fundamental para la exhibición, pues fue más que una colaboración, “un proceso de acompañamiento entre personas… Maleza nos transformó”, afirman.
En términos generales, «Diseña Colectiva aportó la coherencia, la reflexión política y social, el enfoque crítico y de cuidados; mientras que Las Flaminguettes trajeron la espontaneidad, la apertura y la posibilidad de la incoherencia creativa. No una incoherencia negativa, sino aquella que permite que las cosas se desacomoden y respiren. Esa combinación —estructura y fluidez, rigor y juego— fue lo que dio vida a Maleza».
SALIR DEL CENTRO, EXPERIMENTAR LA DIVERSIDAD
Una de las premisas del equipo curatorial para el Abierto de Diseño CDMX 2025 fue “el deseo de diversificar”, incluyendo prácticas no hegemónicas, diferentes aproximaciones para una misma temática, nuevas nombres, “otras miradas del diseño, la creatividad y las formas de representación”, propuestas “más personales y sensibles”, que reflexionaran desde otro lugar, sin quedarse en lo literal. Y para que los visitantes lograran percibir corporal y sensorialmente esta intención, una de las decisiones fue el diseño de experiencia de “Maleza”, que rompe con la clásica exhibición centralizada en un solo espacio, para explayarse libre y orgánicamente en distintos lugares del Bosque de Chapultepec, divididos en cuatro parcelas temáticas. Para el equipo esto generó una experiencia más amplia, “desplegada en distintas zonas, momentos y recorridos que permitió dar a cada temática un tratamiento particular”.
En “Brotes” el tema fueron las infancias, con un énfasis en la interacción, invitando como un estudio de diseño a las niñeces a imaginar, diseñar y construir a partir de piezas creadas por diseñadores mexicanos contemporáneos. Las otras islas temáticas fueron “Polinización” donde se trató la migración y sus complejidades, la fusión de identidades y la resistencia cultural; “Fertilidad” que dio una mirada colectiva y sensible a las maternidades y los cuidados, sus retos, imaginarios y transformaciones, y finalmente, “Ecosistemas” donde a través de la instalación y transformación del paisaje se invitó a reflexionar e imaginar desde la sostenibilidad.
A unas semanas del Abierto, el equipo curatorial (EC) de “Maleza: Diseño en resistencia” comparte con Revista Materia algunas sus reflexiones e impresiones sobre cómo resultó la muestra y el panorama del diseño mexicano y latinoamericano que se logró representar, donde reconocen les hubiera gustado ahondar más en la representación periférica, “nos queda el deseo de seguir descentralizando, de incorporar voces de otros estados —como Guadalajara o las zonas fronterizas— y de seguir ampliando el mapa de lo que entendemos por diseño”.
RM: Tuvieron una convocatoria abierta que reunió distintas prácticas del diseño (gráfico, digital, académico, espacio público, entre otras). A partir de las propuestas recibidas y de los proyectos seleccionados, ¿qué perciben que se está gestando actualmente en el diseño mexicano y latinoamericano?
EC: Nos alegró mucho ver el entusiasmo con el que tantas personas se sumaron a Maleza. Sentimos que la temática resonó profundamente: muchas personas la adoptaron como propia desde el primer momento. Durante la revisión de los proyectos recibidos en la convocatoria abierta, encontramos varios que mencionaban haber estado trabajando con ideas relacionadas con la maleza desde hacía tiempo, y que al conocer la propuesta del Abierto sintieron la necesidad de participar. Eso nos confirmó que hay una sensibilidad creciente hacia un diseño más abierto, contrahegemónico, preocupado por integrar no solo a otros seres y entornos, sino también por abordar los procesos creativos desde lugares más reflexivos y regenerativos, tanto en lo social como en lo ambiental.
También notamos una fuerte intención de compartir los procesos detrás de las piezas, no solo los resultados finales. En muchas de las propuestas —incluso más allá de las parcelas curatoriales—, se evidenciaba el deseo de mostrar la parte personal del diseño: los contextos, las emociones o los momentos vitales que acompañaron la creación de cada obra. Nos pareció muy valioso cómo la temática de Maleza logró permear hacia esa dimensión íntima y procesual del diseño, y no únicamente hacia el objeto terminado.
En términos más amplios, percibimos una escena en la que la colaboración y la experimentación están cobrando fuerza. Vimos muchos proyectos que se atrevieron a proponer desde lugares poco comunes, que invitaron a la participación y al diálogo, en lugar de limitarse a ser contemplados. Esa apertura nos parece una de las características más potentes del diseño actual: un diseño que busca ser incluyente, público y sensible a su entorno.
Tal vez no se trate de un diagnóstico formal del estado del diseño en México y Latinoamérica, pero sí de una muestra significativa de las preocupaciones que lo atraviesan hoy. El hecho de que la temática haya resonado tanto indica que existe un interés real por pensar el diseño como resistencia, como práctica que responde a los tiempos que vivimos. Percibimos una búsqueda colectiva por crear desde el cuidado, desde la comunidad, desde el deseo de generar belleza en medio de la adversidad.
Además, el regreso del Abierto fue, para muchas personas, una bocanada de aire fresco: un espacio para mostrar ideas y procesos que no siempre encuentran cabida en otras plataformas. En ese sentido, Maleza se convirtió también en un lugar de encuentro y expresión.
Entre los temas más recurrentes destacaron las exploraciones en torno a las materialidades, la sostenibilidad y la responsabilidad social y ambiental. También hubo una fuerte presencia de proyectos relacionados con el género y con la visibilización del trabajo de mujeres y diversidades. Creemos que esto no solo refleja quiénes conformamos esta edición, sino sobre todo los intereses, preocupaciones y pulsos del diseño contemporáneo en nuestra región.
RM: ¿Podrían compartirnos una selección de sus imperdibles para cada sección de la exposición “Maleza”?
Las cuatro parcelas fueron, en sí mismas, imperdibles. Cada una ofreció experiencias y hallazgos distintos, así que resulta difícil elegir solo algunos proyectos.
En Brotes, por ejemplo, «Bolsón» fue sin duda uno de los proyectos más destacados. Nos parece una propuesta brillante: combina reciclaje de desechos agrícolas con una profunda conciencia ambiental y una estética muy cuidada. Además, Norberto, su creador, es una persona generosa y entusiasta, comprometida con su práctica y con el mensaje que comunica. También quisiéramos destacar el espíritu colaborativo que se logró en esta parcela: reunir iniciativas y personas que, aunque no trabajaban directamente con niñeces, se atrevieron a ofrecer experiencias de experimentación y juego para este público fue algo muy especial. Nos conmovió ver cómo el espacio se convirtió en un punto de encuentro entre diseñadores, artistas y audiencias que habitualmente no dialogan entre sí.
En Polinización, la experiencia fue igual de significativa. Fue quizá la parcela más desafiante, porque al principio no teníamos del todo claro quiénes participarían. Sin embargo, poco a poco las piezas fueron encontrándonos, y se conformó un grupo diverso y profundamente comprometido. Esta sección nos confrontó también como curadoras: nos obligó a repensar los límites de la migración, que en un inicio concebíamos de manera más acotada —principalmente en relación con el conflicto México–Estados Unidos—, pero que terminó expandiéndose hacia otras geografías y sentidos. Las obras dialogaban entre sí desde distintos territorios y experiencias, desde Palestina hasta comunidades chicanas. En ese sentido, el propio nombre de la parcela, Polinización, resultó sumamente acertado: los temas se esparcieron y se conectaron de manera orgánica, tanto conceptual como territorialmente. Una propuesta museográfica particularmente significativa fue la que incluía una línea fronteriza que se desdibujaba; un gesto poético que reflejaba justo esa voluntad de borrar los límites y favorecer el encuentro.
De Ecosistemas, lo imperdible fue primero, que sucediera. Fue una de las secciones más complejas de materializar y, quizá por eso mismo, la más conmovedora. «Cosecha de agua» destacó por su potencia simbólica y su carga poética: transformó el espacio en un cuenco de fertilidad y abundancia, evocando la captación de lluvia como acto de regeneración. La instalación solo permaneció cinco días, pero logró transmitir una fuerza enorme. Más allá de su belleza visual, lo que nos impresionó fue todo el proceso detrás: el montaje, el trabajo colectivo, el cambio de materia y de energía que transformó el lugar. Ver cómo un espacio temporal podía plantear preguntas sobre la permanencia y la función de lo decorativo fue profundamente inspirador. También reconocemos el trabajo de las otras dos piezas de esta parcela, que, aunque más discretas, conservaban una huella tangible de tiempo, cuidado y transformación.
En Fertilidad, lo más valioso fue la diversidad de perspectivas sobre las maternidades, los cuidados y las emociones vinculadas a estos temas. Muchas personas nos compartieron que esta sección fue su favorita, porque les movió algo muy profundo. Recordamos especialmente la “Vulva de fieltro” de José Oscura, una pieza potente y emotiva que funcionó como símbolo de apertura, de tránsito y de reconocimiento hacia los cuerpos y las experiencias maternas. Otra obra que nos marcó fue la de Pau Cuarón, “Mientras más cruel sea el mundo, menos lo seré yo”. Su sencillez aparente y su mensaje directo invitaban a recorrer la exposición con una disposición distinta: más empática, más consciente, más abierta al cambio. El espacio mismo se sintió como un terreno fértil —lleno de nutrientes simbólicos, de afecto y de diálogo—, donde cada proyecto encontraba su lugar. También quisiéramos reconocer el trabajo museográfico de Carla, que logró tejer un recorrido cálido y sensible, cuidando cada detalle.
En conjunto, creemos que cada parcela fue un ecosistema propio, con ritmos, tonos y lenguajes distintos, pero unidos por un mismo impulso: el de hacer del diseño una práctica viva, colaborativa y profundamente humana.
