Gabriel Chaile conecta pasado y presente a través de sus esculturas de adobe
Gabriel Chaile es uno de los artistas latinoamericanos más destacados a nivel internacional, este año el escultor fue el único argentino seleccionado para exponer en la 59ª Bienal de Venecia, un reconocimiento que llega después de exhibir en importantes espacios del arte como Art Basel y la Triennial del New Museum en Nueva York. Si bien su obra habla y reflexiona de sus orígenes e historia personal en el norte de Argentina, se conecta con el público con un lenguaje universal a través de sus creaciones: desde sus esculturas de enormes formatos, a las que incorpora elementos antropomórficos, los materiales nobles que usa como el metal o el adobe y una estética que hace guiños a las formas y imágenes de las cerámicas de culturas indígenas, tanto las del noroeste argentino como las de otras latitudes del mundo.
Creció en Tucumán, en una familia con pocos recursos, pero que le dio la libertad para explorar el mundo a través de las imágenes, el dibujo y la curiosidad. Desde sus vínculos y reflexiones con ese contexto personal, nacen exposiciones protagonizadas por elementos que le son familiares, a los que saca de escala y contexto. Por ejemplo, las ollas populares de aluminio que llevó a Art Basel, sus monumentales hornos de barro que exhibió en Argentina en la Galería Barro (y también en Europa) o la gran escultura en adobe (Mamá luchona) que estuvo en el New Museum. En Venecia su exposición consta de cinco grandes esculturas / hornos de barro que miden entre tres a seis metros (tuvieron que ser terminadas in situ) y que corresponden a retratos de su familia directa, su padre, su madre, su abuela materna (afrodescendiente), su abuela y abuelo paternos.
A pesar de nacer de un universo íntimo, de sus raíces, sus obras conectan uniendo el pasado con el presente a través del sincretismo de las imágenes que crea, fruto de su larga investigación y fascinación por la historia del arte y las cerámicas de distintas culturas originarias, y de su forma de trabajar los materiales, volúmenes y formas. Chaile habla de dos conceptos que ha ido desarrollando en su trabajo artístico, la ingeniería de la necesidad, una forma creativa de trabajar con lo que se tiene, desde la precariedad o la urgencia, y la genealogía de la forma, refiriéndose a la historia que lleva un objeto o figura y que va evolucionando con el tiempo o al cambiar de escala o contexto. Aquí conversamos con él sobre algunos elementos claves en su obra, como el formato, el material, las imágenes y las formas, así como del buen recibimiento que ha tenido su última exposición por parte del público y la crítica especializada
RM: Lo primero que resalta al ver tu obra es la monumentalidad de sus piezas, ¿por qué te gusta trabajar en grandes formatos?
GCh: Siento que es como si tuviera un parlante, como cuando haces una fiesta o das un discurso con un altavoz o un megáfono. Eso me pasa cuando pienso en la escala, en la dimensión del peso del discurso.
RM: ¿Qué significado tiene para ti el adobe, más allá de ser el material usado en tus obras más recientes?
GCh: En verdad es un material que encontré probando, por escasez de recursos y apuro. Son esas cosas que te enseña el azar, el error, la urgencia. No tiene un significado por sí solo, sino que hace sentido en la combinación. Es como la sal, no podés comerla sola.
RM: La estética de tus obras hace pensar en los objetos de pueblos precolombinos, ¿qué formas o símbolos eliges representar de esas culturas y por qué?
GCh: Sabes que dibujo mucho, miro cerámicas miles… exploro en los libros en los museos de arqueologías, no solo precolombinas, aunque debo decirte que mis libros favoritos son fotografías de cerámicas del noroeste de Argentina. Sin embargo, miro mucho más, las cicladas, cerámica africana, Mesopotamia, etc. Soy fan de las imágenes y de la historia del arte. No me detengo en los símbolos o en la interpretación de ellos, de hecho, no leo nada de lo que se dice sobre las cerámicas, solo las examino con el ojo y elijo formas. Y luego las dibujo, las dibujo y después dejo de mirarlas y ahí dibujo solo sin referencia alguna.
RM: A qué te refieres cuando hablas de la “ingeniería de la necesidad” y la «genealogía de la forma» presentes en tu investigación, ¿han evolucionado estos conceptos después de cada exposición? ¿siguen siendo ejes de tu trabajo artístico?
GCh: Siempre digo que la ingeniería de la necesidad surge a partir de lo que tengo, pensando en lo que me falta. Y la genealogía de la forma es la historia de la forma en su contexto. Sí, sigo concentrado en estos ejes, y exploro a paso de tortuga como soy yo. Pero sigo metiéndole, ahora pienso en la manifestación de las formas, por ejemplo. Y respecto a la ingeniería de la necesidad, pienso en el consumo, en la necesidad de adquirir y acreditar (creer) en lo nuevo.
RM: Tus obras hablan de tu familia, de tus orígenes, las de la Bienal de Venecia has dicho que son retratos, ¿cómo dialoga el pasado con el presente en tus obras?
GCh: Para mí es bastante sencillo ver esto, quizás porque soy el que las hago. Sin embargo, pienso que es una relación obvia, mi trabajo hace guiños con el pasado pero se centra en el presente, los guiños son guías para entender que somos parte de un proceso histórico no lineal, cargado de contradicciones y lagunas arqueológicas.
RM: ¿Cómo te sientes con el buen recibimiento que ha tenido tu exposición en la Bienal de Venecia? ¿Qué crees que hace a la gente relacionarse con tu obra?
GCh: Me siento más responsable, me siento feliz de sentir el recorrido… una experiencia rara recibir mensajes de muchas personas. Me gusta la música y creo que mi obra tiene algo de eso, una cosa multisensorial que te entra por muchos lados… o tal vez estoy flashando una, tal vez no pasa eso. Pero te cuento lo que yo imagino y lo que me mueve el piso a mí. Eso me gustaría que pase con mi obra, que ingrese en el otro sin que tengas que saber que es un retrato de mi padre, por ejemplo, o que hace referencia a tal cultura, algo de la manifestación y autonomía de las formas.