Escuela sin Fronteras trabaja la inclusión en los colegios a través del diseño
El diseño también puede trabajar con intangibles y aportar al cambio en temas tan importantes como la educación, la migración, creando una dinámica en pro de la interculturalidad, mediante metodologías que apuntan a desarrollan competencias en la comunidad escolar, como el diálogo, la empatía y la comprensión que la diversidad es un valor para todos.
Catalina Hepp, diseñadora y profesora, especializada en diseño de servicios descubrió esta rama de la práctica en los últimos años de su carrera e inmediatamente le hizo sentido, “tener esta opción de no comprometerte con la forma final, sino con cual iba a ser la experiencia”, recuerda. En su visión es ir articulando los diferentes momentos que vive una persona cuando se enfrenta a un servicio, sea público, privado, digital o presencial. Desde ese foco fue que abordó su tesis de pregrado, teniendo claro que quería trabajar en educación y migración, así nació el proyecto Escuela Sin Fronteras, que acaba de ser reconocido como Mejor Proyecto Estudiantil en Service Design Network (red referente de Diseño de Servicios a nivel mundial). Su objetivo es desarrollar competencias interculturales en profesores y estudiantes para convertir los colegios en un espacio inclusivo, ayudando a que los niños los niños y niñas migrantes que llegan a las escuelas chilenas tengan una mejor experiencia, ya que muchas veces los niños que se integran a la comunidad escolar local tienen que lidiar con prejuicios derivados de estereotipos, barreras idiomáticas y, además, sumarle la propia adolescencia, cuenta Hepp.
La experiencia personal de Catalina, la hacía empatizar con las dificultades que tienen que enfrentar los niños migrantes, cuando niña vivió en varios países y constantemente tenía que partir de cero en otro lugar, «claro que en otro contexto», agrega. Además, tuvo una experiencia que la marcó en sus años de intercambio universitario en Estados Unidos, trabajó como voluntaria en una escuela internacional en Brooklyn enfocada solamente en niños migrantes que no hablaban inglés, “tenían una metodología súper inclusiva para que todos fueran avanzando juntos y también ir nivelando, desde el idioma, a los conocimientos que traían, hasta la forma en que tenían que comportarse en la sala de clases, algunos llevaban años sin ir al colegio y estaban volviendo a reinsertarse”.
Al volver de su intercambio a Chile en 2018, notó que acá se estaba replicando el mismo tema de la migración y sus complejidades, y comenzó su proyecto. Su gran socio fue la Fundación Derriba Fronteras, especializada en educación y migración, a quienes se acercó con su idea para poder aportar soluciones que aportaran a la interculturalidad de las escuelas. Yendo a sus talleres, vio que la mayoría de los monitores voluntarios eran actores y utilizaban la expresividad del teatro y el movimiento del cuerpo para entusiasmar a los niños y cambiar la dinámica, observando definió que el teatro aplicado era una de las herramientas –ya probadas- que utilizaría para conectar y empatizar. Un factor importante fueron las varias sesiones de co-diseño con la fundación, los profesores de la escuela donde hicieron el piloto y los talleres con los alumnos. Todo el proyecto lo realizó con la metodología Diseño para Innovar creada por Paula Wuth y Sebastián Negrete, que también fueron profesores de Catalina. Ésta consiste en cuatro etapas: Inspirar, Descubrir, Idear y Proyectar. Además, Hepp se preocupó de entender bien la problemática, “verla en primera persona”, hablando con la ONG America Solidaria, el Servicio Jesuita Migrante y Derriba Fronteras, que le abrieron las puertas, «creo que ahí el proyecto agarró mucha realidad y no fue algo solo académico-teorico, sino que altiro tuvo este componenete de escuela, de calle, de personas de verdad». Este trabajo en conjunto con la fundación lo valora mucho, «permitió entender que no era un problema de cómo incluimos a los niños migrantes, sino cómo preparamos la escuela para ser un espacio inclusivo, entonces hablábamos mucho de interculturalidad, versus asimilación o multiculturalidad».
Hoy Escuela sin Fronteras está a cargo de la Fundación Derriba Fronteras, enfrentando las dificultades de la pandemia actual, que ha hecho difícil la regularidad de la presencialidad en los colegios. Es un programa que se puede aplicar en una sala de clases, moderada por un monitor previamente capacitado. En total son dos meses de actividades donde tanto alumnos como profesores y facilitadores de la fundación van realizando actividades concretas según las diferentes etapas, «son las etapas que la literatura dice que tiene que vivir una persona para llegar a la interculturalidad: Reconocer, Respetar, Reconciliar y Realizar». La fundación recibió además una carpeta que tenía cada una de las etapas, cómo hacer el diagnóstico, las escenas y cómo hacer la última presentación, donde se pone en valor el aprendizaje y reflexiones que ha generado el proyecto en cada curso. A las escuelas se les entrega la sistematización del trabajo y un kit para las clases, con plantillas y otros recursos, stickers identificatorios para los estudiantes, tarjetas para actividades y una carpeta con escenas especialmente elegidas para quebrar el hielo, empatizar, reflexionar y avanzar hacia la interculturalidad, donde no basta solamente con coexistir, “hay que dialogar y entender que esta diversidad entrega un valor. Y también un conflicto del que vamos a tener que hacernos cargo y resolver… poner las diferencias en valor, en vez de ponerlas debajo de la alfombra”.