La periferia se borda y se teje en el arte textil de Claudia Gutiérrez
La artista chilena Claudia Gutiérrez ha elegido técnicas ligadas a la artesanía como el bordado o el tejido a crochet para visibilizar y reflexionar sobre el paisaje urbano olvidado. La periferia y sus vistas, sus muros y graffitis, sitios abandonados y escombros, aparecen a través de las puntadas y el tejido a crochet en sus obras e instalaciones, generando una cierta disonancia con las imágenes que usualmente se asocian con estas técnicas y materiales.
Cuando Claudia comenzó a investigar sobre el bordado le interesó la representación del contexto que hacían las bordadoras o como las Arpilleristas de Lo Hermida, que utilizaban su arte textil para emitir un mensaje político de denuncia. Eso fue un punto de partida importante para el desarrollo de sus obras, las que se complementaron con las características del material, por ejemplo la paleta de colores de los hilos para bordar o la posibilidad de realizar objetos tridimensionales con crochet.
A través del tiempo la exploración de las técnicas fue progresando en complejidad, desde la representación de un basural a través de piezas tejidas a crochet en la exposición «Poco se gana hilando, pero menos mirando» del Museo de la Solidaridad Salvador Allende (MSSA) en 2016, hasta «No hay cielo sin nubes», la última que realizó en Chile en la Galería AFA donde representó muros y otros objetos en un bordado tridimensional, además de textiles como alfombras.
La obra de Claudia ha tenido varios reconocimientos, recibió el premio municipal categoría Arte Joven Arte Textil otorgado por la Municipalidad de Santiago en 2018, ganó como Artista Emergente en la versión 2021 de Gallery Weekend y en octubre del año pasado su trabajo se sumó a la Fundación AMA y a la colección Juan Yarur.
Conversamos con Claudia, quien hoy se encuentra viviendo y estudiando en Suiza, sobre la temática y los procesos de su obra, y cómo va perfilando su investigación artística en esta nueva etapa.
RM: ¿Por qué elegiste la técnica del bordado para realizar tu obra? Que es lo que te atrae de esta técnica y en que aporta a tu obra su materialidad?
CG: Cuando comencé a investigar sobre el bordado en general y sobre la técnica en Chile, encontré varias características que llamaron mi atención. La más importante fue reconocer que las bordadoras representaban sus contextos, sus espacios físicos, este es mi principal motivo para comenzar mis bordados. Luego adquirieron interés el tiempo y la laboriosidad de todo el proceso, los tonos de las lanas acrílicas que de alguna forma limitan los resultados de la imagen y al mismo tiempo generan una estética ingenua, la noción histórica de considerarlo una manualidad femenina, etc. Todos estos son aspectos enriquecen los bordados y he intentado mantenerlos en mi trabajo.
RM: Tu obra tiene un mensaje político, algo de denuncia, reivindicación, ¿nos puedes hablar un poco de esto, de los temas que te interesa abordar en tu obra?
CG: El bordado, específicamente las arpilleras tienen una tradición política y de denuncia en Chile. En mis primeros trabajos trataba de poner esas representaciones en el contexto actual, a través de la utilización de imágenes de los medios de comunicación, buscaba exponer situaciones o escenas que generan estigmas sociales, que promueven el prejuicio de determinados lugares y sus habitantes. Con el tiempo decidí abordar esos estigmas a través de la representación del paisaje.
RM: Los paisajes que eliges representar son lugares desplazados, vistas que no estamos acostumbrados ver representadas ¿cómo resignificas el paisaje urbano a través de tu obra?
CG: Mi interés surgió desde los límites físicos y sociales que existen en la ciudad, que establecen diferencias considerables en el paisaje. Me interesa representar esos espacios marginales porque los lugares abandonados, los sitios eriazos o las ruinas son ejemplos de cómo el progreso va actuando. Para mí son espacios en disolución que permiten apreciar esa paradoja entre el desarrollo y el residuo, construyendo o gentrificando y al mismo destruyendo, dejando a su suerte a sectores “menos relevantes” o “menos atractivos”.
RM: En tus exposiciones «No hay cielo sin nubes» y «No hay paraíso sin serpientes» llevas el bordado y el tejido a crochet a un formato tridimensional, con objetos e instalaciones ¿hasta dónde te interesa llevar los límites de estas técnicas?
CG: Se fue generando orgánicamente. El bordado es un espacio bidimensional que es cercano a la pintura y con el tiempo comencé a experimentar la necesidad de explorar el volumen.
Los tejidos a crochet fueron un primer paso, lo más desafiante fue conseguir objetos solo con tejido, sin estructuras de por medio, que estas piezas preservaran una cierta fragilidad. Realicé dos series de objetos y armas hechizas antes de producir el basural que fue exhibido por primera vez en el Museo de la Solidaridad Salvador Allende (MSSA) en 2016 y que fue parte de “No hay paraíso sin serpientes”. Luego seguí en una búsqueda material que me permitiera conseguir levantar un bordado tridimensional, donde todas las caras de un volumen fuesen a base de la técnica de bordado que he utilizado siempre. Creo que esas exploraciones me han permitido reconocer un interés por seguir desarrollando nuevas posibilidades técnicas, que quizás no pasan solamente por el bordado, podrían abarcar otras materialidades no solo textiles.
RM: En tu experiencia, ¿cómo se potencia el arte y la artesanía?
CG: En mi experiencia se potencian y se conectan totalmente. Mi motivación para trabajar con estas técnicas se ha dado porque han sido consideradas históricamente como artesanías, menospreciadas desde las artes visuales y el academicismo. Elegí bordar por esa consideración de arte menor, ese menosprecio que también incluye la idea de arte femenino o de mujeres. Aprovecho eso para hablar de lugares que también son estigmatizados y menospreciados, pero utilizo una operación que previamente hicieron las Arpilleristas, es una reinterpretación de una operación que se lleva haciendo durante décadas desde este espacio que está delimitado históricamente como artesanía.
RM: Hiciste un set de bordado y lo llamaste “Una cosa es enhebrar y otra distinta dar puntadas”, ¿a que te referías con esa frase?
CG: Por lo general utilizo refranes o dichos como títulos de mis trabajos. En el caso de este set de bordado que realizamos colaborativamente con Yavar, nos pareció necesario mantener el uso de estas frases y decidimos utilizar “Una cosa es enhebrar y otra dar puntadas”, para referirnos a la técnica y su dificultad, que a primera vista parece sencilla, pero requiere de paciencia y práctica.
RM: ¿Cuáles son tus proyectos a futuro, ahora estás estudiando en Suiza?
CG: En este momento me encuentro realizando un Master en el Institute Art Gender Nature de la FHNW (University of Applied Science and Arts Northwestern Switzerland) en Basilea, Suiza. Durante 2023 tendré una exhibición en Espacio218 en Santiago. Por ahora estoy concentrada en esto, al mismo tiempo que voy archivando ideas que espero resulten en proyectos futuros cuando regrese a Chile.