Revista Materia
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REPENSAR LOS ENVASES EN TIEMPOS DE CRISIS

PorErik Ciravegna 04 noviembre 2022

La campaña The Every Body reúne a 35 marcas de belleza, que ocupan su packaging para concientizar y levantar fondos para SisterSong, una organización dedicada a mejorar el acceso a la salud reproductiva para las comunidades más marginadas de Estados Unidos. Fuente: The Good Packaging

El planeta vive tiempos de crisis. Crisis medioambientales, sociales y económicas, que en sus múltiples manifestaciones siguen poniendo a prueba los paradigmas actuales y obligan una vez más a reflexionar sobre los modelos vigentes de producción y consumo, y más en general, sobre nuestros estilos de vida.

Las crisis contemporáneas ponen particular énfasis en el problema de la gestión de los residuos y los impactos de los envases, especialmente los plásticos, que siguen siendo considerados por parte de un segmento importante de la opinión pública como una de las principales causas de la contaminación global, la huella visible de la actividad humana, el símbolo de lo efímero y lo superfluo, la expresión tangible de los excesos de los modelos actuales. Sin embargo, las controversias causada por el packaging, requiere una reflexión profunda, sin caer en eslóganes fáciles y mensajes demagógicos, como suele ocurrir con ciertas campañas #plasticfree o #nopackaging. Es necesario adoptar una perspectiva crítica y una visión más amplia y sistémica del problema, teniendo en cuenta las múltiples funciones que cumplen envases y embalajes, además de sus responsabilidades éticas hacia el mercado, la sociedad y el medio ambiente.

En el sistema de consumo contemporáneo, el packaging es un elemento indispensable para que el producto llegue al mercado y a sus potenciales consumidores, constituye un valor agregado y un «plus» para su contenido, sus usuarios y el sistema de comunicación de la marca. El envase es esencial para proteger, conservar y mantener en buen estado los bienes de consumo durante la fase de transporte, manipulación, almacenaje, distribución, venta (plus de prestación); asegura que una persona pueda acceder a su contenido e interactuar con él, facilita la transmisión de información, entrega advertencias e instrucciones de uso (plus de servicio); amplifica la identidad de la marca para garantizar su reconocibilidad y “memorabilidad” en contextos de venta cada vez más saturados (plus de identidad).

En la vida diaria, el packaging facilita actividades básicas como alimentarse, cuidar de uno mismo, de sus seres queridos o de sus mascotas. En situaciones más «extremas», como por ejemplo, en el contexto de catástrofes naturales, guerras o emergencias sanitarias, envases y embalajes son también herramientas esenciales que garantizan el acceso a recursos primarios como agua, alimentos y medicamentos de forma higiénica y segura, contribuyendo a evitar la propagación de enfermedades.

Por las múltiples funciones que desempeña en el escenario actual, el packaging es por tanto difícilmente eliminable. No obstante, por su carácter transitorio y efímero, su amplia difusión y uso generalizado en la cotidianidad de las personas, es un objeto que no deja de generar polémica, en particular ante las desgarradoras imágenes de animales marinos que mueren a causa de residuos plásticos que flotan en la superficie de los océanos. Parecería legítimo, por tanto, preguntarse si la eliminación de los envases puede resolver -o al menos mitigar- las graves emergencias medioambientales en las que nos encontramos.

Aunque la retórica sea muy convincente, el mensaje de que la eliminación del packaging puede salvar el planeta no es, en realidad, una solución a las crisis mundiales. Aunque los efectos sobre el medio ambiente de los plásticos son quizá los más visibles, no se trata necesariamente de lo que más contamina. Lo que flota en la superficie de los océanos es más fácilmente visible y, por tanto, más expuesto al juicio de la opinión pública. Otros sectores tienen impactos menos evidentes, pero no menos perjudiciales. Dentro de la industria de la moda, por ejemplo, el llamado “Fast Fashion” tiene importantes repercusiones en nuestros entornos y nuestra salud (residuos químicos, micro plásticos, etc.), así como en el bienestar de las personas que trabajan en este sector (como en el caso de la explotación de la mano de obra para asegurar la producción de ropa a bajo costo).

Si se considera, además, que, la reducción sustancial de la contaminación atmosférica en 2020 en las zonas que se sometieron a confinamiento para contener la propagación de la pandemia de Covid-19, junto con el aumento del número de mascarillas desechables abandonadas tiradas a la calle (que también acaban en el océano), se confirma una vez más que el problema de los residuos, el cambio climático o la injusticia social no es responsabilidad de un objeto inanimado como el packaging.

REPENSAR LOS ENVASES EN TIEMPOS DE CRISIS

El supermercado Lidl UK implementó una máquina de recarga inteligente para detergentes en sus estantes, esta fue diseñada por la start up chilena Algramo / Fuente: The Good Packaging

REPENSAR LOS ENVASES EN TIEMPOS DE CRISIS

Erick Ciravegna

Los envases son sin duda artefactos controversiales, y representan ciertamente un problema respecto a la contaminación global, pero no son el verdadero problema. Las crisis han sido y son una responsabilidad humana y dependen de nuestro comportamiento, de nuestros hábitos de vida y de consumo, de las elecciones que hemos hecho hasta ahora y de las que haremos, individual y colectivamente, hoy y en el futuro, en relación con la supervivencia del planeta. Así pues, la cuestión no es eliminar o no el packaging para resolver las crisis actuales, sino como repensarlo para que sea diseñado, producido, utilizado y desechado de manera responsable y ética en el contexto actual en el que actuamos, teniendo en cuenta sus roles e impactos en la sociedad y el medioambiente, y según un principio de corresponsabilidad de todos los actores involucrados: empresas, instituciones, ciudadanía.

Puede ser útil, en este sentido, volver a la noción de “responsabilidad ética” introducida por el politólogo Max Weber (1919) y posteriormente adoptada por Hans Jonas (1979) como base para la definición del llamado “desarrollo sostenible”. La palabra ética deriva etimológicamente de la palabra griega ethos, que significa “comportamiento”, la palabra responsabilidad deriva del latín respondeo y tiene el mismo origen que el verbo “responder”: la “ética de la responsabilidad” podría definirse, por tanto, como “un comportamiento capaz de responder a alguien o a algo”. En otras palabras, actuar con responsabilidad ética implica considerar los efectos y las consecuencias de nuestras acciones, y es precisamente previendo esos efectos y consecuencias que deberían tomarse las decisiones.

Si se aplica este concepto al sector de los envases y embalajes, por un lado, hay que adoptar criterios éticos a lo largo de todo el ciclo de vida de un producto, con una evaluación de los impactos específicos de cada etapa del proceso; por otro lado, es crucial la corresponsabilidad de todos los actores de la cadena: productores y transformadores, empresas usuarias, instituciones, asociaciones y consorcios, así como los usuarios finales que desempeñan un papel decisivo en las etapas de compra, consumo y post consumo de los productos. Se necesita, entonces, un enfoque sistémico que tenga en cuenta todas las variables implicadas.

En este contexto, la disciplina del Diseño –que con demasiada frecuencia se reduce todavía a meras modificaciones principalmente gráficas de “styling” de los contenedores– puede desempeñar realmente un papel relevante de dirección del proyecto, de mediación entre los actores involucrados y de “síntesis formal”: diseñar un envase significa dar forma a soluciones que sean lugar de convergencia de perspectivas, necesidades y elecciones expresadas por las distintas partes incluidas en el desarrollo de un producto y las múltiples funciones del artefacto.

En conclusión, la adopción de un enfoque ético y sistémico, además de permitir una interpretación más consciente y equilibrada de los impactos –positivos y negativos– de los envases, puede generar nuevas vías de innovación para el sector. Innovación que en la mayoría de los casos se ha limitado hasta ahora a intervenciones destinadas primariamente a mejorar la experiencia de compra o a garantizar una mejor protección de los productos gracias a los avances tecnológicos. Diseñar o rediseñar los envases en tiempos de crisis, y con vistas a un futuro más sostenible, significa más bien cuestionar los modelos consolidados, y proponer soluciones que tengan efectos en las personas y el planeta, según una perspectiva de innovación ética, orientada al bienestar y la calidad de vida.

Erik Ciravegna, PhD

www.thegoodpackaging.org

*Esta columna es una colaboración con Chile Diseño (asociación de empresas de diseño de Chile) www.chilediseno.org

 

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