El tostador de pan chileno: Corazón de herramienta
De hojalata estañada y alambre se creó este utensilio de cocina, un ícono de la cultura material y popular chilena. Creado anónimamente alrededor en la década de 1920, se dice que llegó el campo a la ciudad, seguramente inventado por manos artesanas. De diseño ingenioso y simple, se ha convertido en un objeto cotidiano -casi imprescindible- de las cocinas chilenas.
En el tostador de hojalata predomina la función por sobre la forma y eso lo hace muy versátil y utilizado, cuenta con un ingenioso mango plegable que facilita su almacenaje, una estructura liviana y una forma cuadrada extendida que le permite tostar cualquier tipo de pan (sin importar su forma o grosor). También se puede usar como regulador del fuego al cocinar, ya que permite colocar una olla sobre él. Un objeto que es «forma y función sin maquillaje», como dice Oscar Ríos, destacado arquitecto, profesor e investigador del diseño chileno, quien escribió un texto para el libro “100 x 100 Diseño en Chile” (*) donde convergen el análisis desde el diseño y la dimensión identitaria y emocional del tostador chileno.
Para Ríos los objetos cotidianos que nos rodean, son una suerte de espejos, «pensados como útiles nos describen y nos retratan cada vez que los hacemos aparecer en escena. Son modestos, serviciales y eficientes, poseen un corazón de herramienta que los hacen indispensables». Y reflexiona sobre ese autor artesano, que crea para resolver una necesidad, pero cuando lo hace se encuentra con su propia identidad, al estar «marcado por el espíritu de la época» en su modo de producción y en la solución que provee.
La masificación del tostador comienza alrededor de 1950 cuando llega del espacio rural al urbano, cambiando «su carácter vernáculo y artesanal» dice Ríos, al empezar a producirse a nivel industrial. Hoy hay nuevas versiones, de hojalata enlozada, o de acero inoxidable, con modelos donde la superficie para tostar es una superficie con agujeros o de líneas de alambre, y con su mango -siempre plegable- de madera, plástico o metal. La empresa chilena Virutex ILKO es uno de sus clásicos fabricantes, produciendo actualmente 20 mil unidades de tostadores al mes. Incluso se ha exportado a otros países como Argentina, Perú , Colombia, Uruguay y Ecuador.
Al estar asociado con la cocina y la preparación de los alimentos dentro de la intimidad del hogar, este tostador conlleva además, una dimensión emocional, que lo convierten en un fabricante de memorias olfativas y gustativas, donde los sabores, olores y prácticas que se generan con su uso se relacionan con la identidad de la cultura chilena, y su patrimonio material y gastronómico. Tanto así que incluso algunos chilenos en el extranjero lo llevan a sus nuevos destinos, o piden que se los envíen.
Desde el diseño, Ríos ve que es esa dimensión táctil y corporal que lo hace parte de nuestra identidad, «los artefactos o diseños que están en contacto directo con el cuerpo, a escala de nuestra piel, ahí donde el tacto es temperatura, tienen como vocación resolver nuestras limitaciones. Tal vez esa cercanía, esa intimidad los hacen tan recordables como amables y necesarios».
Este objeto finalmente es función e identidad y un símbolo del diseño simple e inteligente, que perdurará en el tiempo pues ya forma parte de una cultura. Oscar Ríos describe su nexo con él desde todas sus propiedades, «amo el típico tostador de pan que se usa en Chile, que de su modestia ha alcanzado la estatura de ícono del diseño, por su eficiencia y su corazón popular de herramienta, tan aguerrido como un serrucho o un martillo, un objeto que es pura función en una configuración simple y eficiente, es antiguo y moderno a la vez y desprovisto de decoraciones».
(*)El libro “100 x 100 Diseño en Chile” fue publicado por BTG Pactual y editado por el curador y diseñador Patricio Pozo. Reúne 100 manifestaciones del diseño chileno que son partes de la identidad nacional, las que fueron elegidas y reseñadas por diseñadores, arquitectos, científicos y académicos.