Elena Izcue: pionera en integrar la estética precolombina al diseño
Cuando se habla de la artista y diseñadora peruana Elena Izcue la palabra pionera surge de inmediato, esta mujer quebró esquemas y exploró nuevas formas de expresión, tanto en su vida como en su carrera. Artista gráfica y docente de artes visuales, abrió las puertas a la estética del arte incaico en el arte moderno. En la escena local, comprometida con su rol social, recuperó y difundió los símbolos y el imaginario precolombino para los niños y docentes en su libro “El arte peruano en la escuela” -potenciando su integración en la identidad visual nacional-, y en la escena internacional, los puso a la vista del mundo europeo y estadounidense en piezas textiles, cerámicas, grabados y objetos de moda como pañuelos, telas y tocados. Diseñando sus propios patrones a partir del arte de las culturas Chimú, Paracas, Nasca e Inca, Elena Izcue se hizo reconocida a nivel internacional, junto a su hermana Victoria, que la apoyaba en la parte técnica y artesanal de sus diseños y creaciones.
Su aporte al arte peruano y a la valorización del sentido estético de los diseños precolombinos se han estudiado desde la escuela en Perú, pero la mayor profundidad de su aporte y el entendimiento más completo de su obra fue redescubierto en los años 90’s, cuando el Museo de Arte de Lima (MALI) junto a Fundación Telefónica hicieron una exposición y libro sobre ella y su obra, “Elena Izcue: El arte precolombino en la vida moderna”. Organizada por la entonces curadora del MALI, Natalia Majluf, y el historiador y crítico de arte Luis Eduardo Wuffarden, a quien Elba de Izcue, sobrina de Elena, había llevado el archivo que guardaba de la obra de su tía. Para Majluf, Quine luego fue directora del MALI hasta el años 2018, fue un verdadero descubrimiento según declaró en entrevistas, pues si bien ya conocían el aporte de Elena a partir de sus libros, no dimensionaban la calidad de su trabajo ya que muchas de sus obras fueron hechas en el extranjero. Para Majluf nadie ha superado a Izcue en el nivel de diseño que alcanzó utilizando la estética precolombina, para ella su trabajo “era riguroso, refinado y con diseños de gran originalidad”.
Su historia y el desarrollo de su carrera artística
Hija fuera del matrimonio de un miembro de la alta sociedad peruana, contó el apoyo para estudiar, pero tuvo que forjarse su camino desde pequeña. Junto a su hermana melliza, Victoria Izcue, trabajaron desde jóvenes. Elena en su adolescencia ya era profesora de dibujo y en 1919, con veinte años, entró en la primera generación de la Academia de Bellas Artes de Lima, una época donde se estaba tratando de definir qué es lo que era el arte peruano. En su país había una búsqueda de la identidad nacional, acompañada de un fuerte desarrollo de la arqueología y la corriente del indigenismo, que buscaba valorizar e integrar a las culturas indígenas desde la literatura y otras artes escénicas y visuales. Elena tuvo una búsqueda personal en este contexto, al salir de la universidad realizó muchos estudios de acuarelas de las colecciones de huacos y piezas precolombinas del Museo Nacional de Lima y luego con su hermana Victoria produjeron bordados, cojines, utensilios y lámparas con motivos precolombinos que llevaron al museo a crear un Salón Incaico. Luego las hermanas se fueron a trabajar al Museo Víctor Larco Herrera, y en 1926 el gobierno le otorgó una beca para seguir desarrollando su conocimiento en París. La ciudad francesa era la capital cultural de Europa en ese entonces y el lugar ideal para desarrollar las artes decorativas, que no eran muy valoradas en Perú.
Llegó a París en 1927, junto a su hermana Victoria. Elena tenía el objetivo de hacer trabajos que tuvieran “el soplo nuevo del arte incaico”, como cuenta en cartas de correspondencia personal, convirtiendo los motivos precolombinos en patrones de diseño contemporáneo. Su obra se alejó del indigenismo, centrándose en el valor estético de las figuras, símbolos y gráficas de las culturas Chimú, Nasca, Paracas e Inca. Aislando la figura, ella creaba patrones novedosos, donde el ritmo, la aplicación del color y el material eran claves. Además, la realización y técnica eran impecables, tanto en seda, lana, papel y otras materialidades. Victoria, su hermana, era experta en los oficios del bordado, tejido y de costura y se encargaba del trabajo artesanal que requerían las creaciones de su taller.
Desde que llegaron su trabajo comenzó a llamar la atención, por la fascinación que existía por lo “exótico” en la escena artística parisina. Elena estudió con varios maestros como Fernand Leger, aprendiendo técnicas modernas para la época, linóleo, tallado, grabado en madera, diseño de interiores, color y otras técnicas de artes gráficas, y además, pasó por talleres textiles como obrera con la decisión de poder dominar su técnica. Todo esto la ayudó a desarrollar el sello de su diseño textil y de objetos, en un ambiente donde corrientes artísticas como la Bauhaus y el arte abstracto estaban presentes no solo en museos, sino en objetos, funcionales y cotidianos.
En el comienzo de sus años parisinos hubo un hito que ayudó a la internacionalizó su trabajo, la publicación en francés e inglés de su libro “El arte peruano en la escuela”, apoyada por Rafael Larco, uno de los coleccionistas de objetos precolombinos más importantes de Perú y activo promotor del desarrollo de la arqueología, con quien había trabajado en el modelo educativo y social de la Hacienda Chiclín. Este libro es un instrumento pedagógico donde utilizó las figuras del arte precolombino para que los niños peruanos tuvieran “acceso al mundo simbólico autóctono”, recuperando el arte antiguo de Perú para escolares en el volumen uno, y también para artistas, artesanos y diseñadores en el volumen dos. Iban acompañados de ejercicios prácticos, indicaciones para profesores y recomendaciones para su aplicación gráfica, siempre centrándose en su valor desde el diseño. Estos libros consolidaron su reconocimiento internacional, se distribuyeron en Europa y fueron introducido por gestiones de Rafael Larco en escuelas y medios de arte en EEUU. En Perú también fueron muy apreciados por su capacidad de vincular a los niños con su país desde la visualidad y el arte.
Para 1928 Elena ya había diseñado lozas y pañuelos con figuras precolombinas que tuvieron muy buena recepción en la sociedad parisina aficionada al art decó, estas llamaron la atención del diseñador principal de Casa Worth, centro parisino de moda que sacó una colección con ella, “Art Péruvien – Mademoiselle Izcue”. Una colaboración que duró muchos años, donde produjo pañuelos, cinturones, accesorios y telas únicas que fueron muy valoradas. Las conexiones que hizo con la filántropa Anne Morgan y la escultora Malvina Hoffman, las llevaron a realizar en 1935 una gran muestra en Nueva York, con los trabajos del Atelier de las Hermanas Izcue. Una exposición que fue un éxito e incluyó cerámicas precolombinas enviadas por Rafael Larco, de su propia colección y de otros coleccionistas peruanos. Otro reconocimiento importante fue el encargo de decorar el pabellón peruano en la Exposición Internacional de Arte y Técnica de París de 1937. Se mantuvieron trabajando entre Nueva York y París, colaborando con la industria de la moda, pero al avecinarse la Segunda Guerra Mundial decidieron regresar a Perú.
A su vuelta, Elena se hizo cargo del Taller Nacional de Artes Gráficas Aplicadas, un proyecto en la zona norte centrado en los tejidos tradicionales de paja. Además, realizó colaboraciones con otros artistas y diseñadores. Pero su obra fue perdiendo protagonismo ante la preponderancia del desarrollo de la pintura como expresión artística en la segunda mitad del siglo XX en Perú.
Fuentes: ICAA (International Center of the Arts of the Americas at the museum of fine arts, Houston) y Equipo ICAA del Museo Arte de Lima (MALI).